martes, 14 de junio de 2011

Reseña: La humillación de una Venus


La cubana Yahima Torres, protagonista de filme francés La'Venus Negra y el director, el francotunecino Abdellatif Kechiche
"La Venus negra”, uno de los filmes que más expectación ha causado en este Festival de Cine Francés en Cuba, es la historia de Sarah Baartman, una mujer, que más allá de haber sido adorada como una deidad, fue explotada y humillada durante su vida en Europa en el siglo XIX. Es además un canto a la dignidad dedicado a quienes no han tenido voz para defenderse, aún en estos tiempos.



Su fama nunca le trajo nada bueno, lo mismo en las cortes de los nobles que en la comunidad científica, el cuerpo de Saartije- como la conocían- era una “atracción” que los demás querían poseer para sentir el exótico placer de estar cerca de lo diferente. Incluso después de muerta siguió siendo un acontecimiento.

El cineasta tunecino Abdellatif Kechiche vuelve a tocar temas habituales y sensibles de la sociedad occidental. Esta vez los azotes de la inmigración van en otra dirección, mas no se alejan de denunciar las abismales diferencias entre unos y otros sujetos. El epicentro de este filme de época es la triste existencia de una sudafricana que llegó a Europa engañada por un holandés que le prometió convertirla en una artista.

A cambio de sus ilusiones el hombre la utilizaba como objeto de circo y durante años la explotó mientras la daba a conocer como “la Venus hotentote” por su trasero pronunciado y sus órganos sexuales extraordinariamente desarrollados. Por supuesto, como se trataba de un espectáculo, ella debía actuar como una salvaje “domesticada” con correa al cuello, lo cual le daba al público todo el permiso para burlarse y maltratarla.

Sarah Baartman fue manipulada una y otra vez sin oportunidad de defenderse. Incluso cuando los integrantes de una organización inglesa quisieron intervenir por sus derechos y llevaron a juicio al promotor de esa denigrante distracción, ella, resignada, prefirió revalidar la versión de su explotador y continuar con la vida miserable que llevaba.

De ese dueño pasó a ser posesión de otro aún más ordinario y del circo se fue a las fiestas en las residencias de la burguesía parisina, que más corrupta no podía ser en aquel tiempo. Nada más decadente que ver a los ricos siendo tan miserables por divertirse con el dolor ajeno.

La actuación de la cubana debutante Yahima Torres en el personaje principal fue una revelación dentro del filme. Es notable su fuerte trabajo en varias escenas, como en la que llora espontáneamente delante del periodista que quiere sacarle una historia. Su sensibilidad para interpretar el dolor de esa mujer solitaria, lastimada por todos los que la rodearon, le hizo merecer en Francia el premio Lumière.

Las imágenes insistentes de Kechiche, la cámara en mano que se colaba entre cada uno de los nobles que asistían a esas reuniones, muestran el empobrecido espíritu de la sociedad de entonces, principalmente de la clase alta. La actitud de los públicos, tanto en el circo como en las mansiones de los ricos, nos dan una idea de hasta dónde llegaba la ignorancia que otros habilidosos saciaban con pasatiempos como estos.

Sí habría que reprochar el largo metraje de la película, algo habitual en la cinematografía de Kechiche. En ocasiones las escenas larguísimas de las exhibiciones de Sarah resultan repetitivas, aunque es quizás ese recurso lo que mejor retrata las peculiaridades de la sociedad europea del XIX.

El espectador se va del cine con el sabor amargo de saber que todo lo que vio fue real y lo que más angustia nos deja es tener la conciencia de que esa historia es mucho más que una metáfora de las diferencias sociales y raciales que existen hoy en el mundo.

Por Elizabeth López / Cubasi.cu

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