Sin ánimo alguno de ser triunfalista, Cuba acaba de superar con éxito el escollo que significaba el torneo World Baseball Challenge, organizado en Canadá.
Sin triunfalismos decimos porque la calidad de los contrarios encontrados en la lid no da para creerse cosas; solamente valió la pena jugar contra el inspirado equipo de Taipei de China, que nos había ganado tres veces unos días atrás, y añadió otro triunfo en suelo canadiense.
Parece que la asignatura pendiente de los nuestros es el béisbol asiático, pues en 2008 nos ganó Surcorea en los Juegos Olímpicos de Beijing, en 2009 Japón en el Clasico Mundial, y ahora Taipei en cuatro de seis encuentros.
Sólo espero que la fiebre no llegue a China y el año entrante tengamos que lamentar derrotas ante los Tigres de Beijing o una escuadra con similar eufemística en el nombre.
Las palmas de manera individual para Yuliesky Gourriel, líder de los bateadores y entre los primeros en casi todos los indicadores, al parecer mucho más suelto en el sexto turno de la alineación.
Otro que llegaba con criterios en contra, Rudy Reyes, contribuyó grandemente al triunfo con ocho impulsadas y tres cuadrangulares (al fin aparecieron para nuestros bateadores en un evento internacional), y también sobresalieron Alfredo Despaigne y Yosvani Alarcón en el bateo de largo alcance.
Desde la lomita el gran protagonista fue Norberto González, quien lanzó casi todo el juego decisivo y cerró con promedio de 1.69 carreras limpias, e igualmente merece elogios la dirección de Eduardo Martín, que esta vez no dudó en hacer movimientos en su line up, aunque en el manejo del pitcheo tuvo algún que otro punto discutible.
En fin, vale la pena celebrar este título, aunque desgraciadamente la afición no pudo disfrutar de los partidos por radio o televisión. Por eso también he demorado en comentar sobre el certamen, porque pude ver encuentros de la Copa América y siempre prefiero hablar de lo que veo con mis propios ojos.
No obstante, parece mentira que tengamos que apelar a nuestros mejores jugadores para ganar una lid de poca monta, un torneo que sirvió exclusivamente para dar horas de vuelo a nuestros peloteros y limpiar un poco la pésima imagen dejada en Rótterdam.
Por Lemay Padrón Oliveros
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