A miles de aficionados se le hacía agua la boca cuando se echaron al mar para aprovechar las 48 horas al año que, desde la noche del miércoles, les permiten atrapar langostas en Florida (sureste de Estados Unidos): una pasión con riesgos para los golosos de estos crustáceos.
Estas horas de pesca, que van desde la medianoche del 27 de julio hasta la medianoche del 28, ofrecen a los aficionados la oportunidad de salir a recoger hasta 12 langostas por persona por día, antes de que los pescadores comerciales inicien su temporada.
Pero el frenesí tiene sus riesgos. Pocas horas después de haber empezado la "minitemporada" de langostas, un turista estadounidense de 54 años murió buceando en aguas de los cayos de Tarvernier (100 km al suroeste de Miami Beach) cuando junto a su hijo buscaba estos crustáceos, indicó la policía del condado de Monroe, en los cayos.
Con una licencia especial para pescar y maniobrar sus lanchas, familias enteras se echan al mar con lamparitas especiales y banderines para dar con estos frutos de mar con el mero objetivo de comérselos, un evento que se realiza antes del inicio de la temporada comercial oficial de la pesca de langostas, entre el 6 de agosto y el 31 de marzo.
"La gente por lo general busca las langostas para comérselas, pero hay muchos riesgos, y este año hay vientos que pueden traer corrientes marinas traicioneras", explicó a la AFP, George Pino, portavoz de la Comisión de Pesca y Vida Silvestre de Florida (FWC).
La "minitemporada" se realiza siempre los últimos miércoles y jueves del mes de julio y con frecuencia es un festín naútico que se sale de control.
"Desafortunadamente solemos tener muertos, heridos, lanchas que se vuelcan o personas que no toman las precauciones adecuadas y son atropelladas por otras lanchas mientras bucean", dijo Pino.
En el embarcardero de la marina de Crandon Park, en Key Biscayne -a pocos minutos del centro de Miami-, Thomas Edwards, un estudiante universitario de 21 años, puso fin a su faena con seis langostas en su poder, que un tiburón estuvo cerca de arrebatárselas.
"Pasé muy cerca de un tiburón. Era grande, me podría haber comido", dijo a la AFP mientras enseñaba los frutos dotados de cinco pares de patas que sacó tras sus horas nocturnas en la bahía.
Edwards contó que le cortó una antena a una langosta para tratar de mantener alejado al tiburón, en incluso "intentar clavársela si fuera necesario", dijo riéndose mientras se alistaba para quitarle el caparazón a lo que había pescado, y guardaba la carne blanca en una bolsa con hielo.
Mar adentro, Alex Matos, un pescador cubano con ocho langostas en la lancha, afirmaba: "Esto está muy divertido, hay muchas langostas, pero el mar está muy movido, vamos a salir y volver mañana. Queremos atrapar más y preparar una buena enchilada de langosta, bien cubana".
Un grupo de una docena de personas pescaban juntos en dos lanchas, mientras en cubierta los esperaban con cervezas, para luego continuar la faena bajo el mar.
"Ya tenemos unas 100 langostas, vinimos muy temprano y estamos por irnos", dijo Christina Vega, mientras mostraba orgullosa sus crustáceos decápodos.
"Yo tengo siete años viniendo y con esto se pasa tanto trabajo que ni loco las vendo, eso es para comérselo todo uno solo", contó Carlos Aspuro, un estudiante de enfermería de 19 años que junto con su tío quería "ser de los primeros" en la bahía de Biscayne.
Aspuro, como la mayoría de los aficionados, lleva unas linternas, algún banderín para identificar el espacio donde bucea a puro pulmón e n busca de su presa, y unas reglas de medición de langostas, puesto que la ley establece que no pueden sacar del mar los crustáceos que midan menos de 7,6 centímetros.
"Si violas las leyes porque pescas más de la cantidad autorizada, o más pequeñas de lo que dice la regla, te hacen pagar multas muy altas, te pueden hasta deportar o quitar la lancha", advierte Aspuro.
Según la FWC, las multas empiezan en 500 dólares y dependiendo del delito las penas conllevan seis meses de cárcel, retiro de licencia de pesca, entre otros castigos.
"Yo tengo tres años viniendo con mi hija por hobby y porque las langostas son muy buenas", reveló Carlos Londoño, un camionero de origen colombiano de 50 años, a quien, como a muchos, le brillan los ojos y se le hace agua la boca antes de entrar al mar para atrapar su plato favorito.
AFP
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