ENTREVISTA
Omara Potuondo le canta a Raúl Castro y a Hugo Chávez, en la Cumbre del ALBA (Diciembre del 2009, Cuba) |
La cantante cubana describe su música «como un arroz con frijoles, picatostes y picadillo». Con razón es uno de los platos fuertes de La Mar de Músicas, que arranca hoy en Cartagena. Omara Portuondo (La Habana, 1930) presenta, junto al pequeño de los Valdés, Omara&Chucho, la prueba de que, a sus 80 años, sigue teniendo la edad de lo que ama. «Soy la mulata chancletera de siempre».
-¿Desde cuándo canta usted?
-Desde los «Veinte años», que escuché en la radio cuando no había cumplido los cuatro. Por entonces, hablar, cantar y bailar eran la misma cosa.
-¿Así de fácil?
-Ay, mijo, es que a mí me gusta la gente, me gusta decir lo que pienso, cantar lo que digo...
-Los cubanos ¿se cayeron en la marmita de la felicidad?
-Eso me pareció a mí también. Es el sol, las palmeras y el mar por todas partes... Ese es el caldo de cultivo de la alegría.
-Su madre se escapó de casa para casarse con un jugador de baseball. ¿Haría usted lo mismo?
-¡Claaaro! Dese cuenta de que uno no vale nada si no obedece al amor. Como dicen ustedes, hay que tener pelotas. Y mi madre fue a buscarlas a un campo de baseball.
-¿Jugó usted en la misma liga que Edith Piaf, Billie Holiday y Judy Garland?
-Digamos que todas fuimos embajadoras musicales de nuestro país. ¡Pero yo era la más joven! (Risas).
-¿Le cantaría el «Happy birthday to you» a Castro?
-Le cantaría «Como yo te quiero». Cara a cara, que no he podido nunca.
-¿Y por qué llora tanto en sus conciertos?
-Pues, mijo, ¡de qué va a ser, de alegría! Yo soy la novia del filin, del sentimiento puro, el que pica en la garganta.
-Trece años después, vuelve a vérselas con el «pequeño» Valdés en Omara&Chucho...
-Sí, mi Chuchito, que es el pianista más recontrarreconocido que existe en el mundo.
-¿Le seguirá llamando Chuchito cuando, el próximo octubre, cumpla 70 años?
-Nunca le he preguntado la edad, ni me interesa. Lo conocí cuando no me llegaba al hombro, así que siempre será mi Chuchito.
-¿Cómo se entiende con un hombre que mide el doble que usted?
-Nos compenetramos bien. Mientras él otea el horizonte, yo miro a las cosas por debajo. Y así no nos dejamos nada.
-Se lo presentó Bebo en el Tropicana...
-Sí, su padre era el director de la orquesta y yo recién había entrado como bailarina.
-Fue usted la única voz femenina del Buena Vista Social Club. ¿Dónde acaba el filin y empieza el amor?
-Allí todo el mundo intentaba ligar con todo el mundo. Dentro de sus posibilidades, claro.
-Sobrevivió usted a todo eso y a mucho más. Denos la receta.
-El truco es dejarse de tabaco y olvidar el alcohol. Hay que comer papaya, guanábana y platanitos. Pregúntele a sus compadres canarios. Ellos le sabrán decir.
-En su casa la cocina y la música fueron siempre una misma cosa.
-Es que comer y cantar se hacen siempre en compañía, que no a la vez. Mi música es un arroz con frijoles, picatostes y picadillo.
-Fue usted la primera artista cubana en recoger un Grammy. ¿Qué la hace tan compatible con EE.UU. y Cuba?
-No sé por qué debería pelearme con nadie. Me dedico a hacer música para la gente que me quiere y allí donde me requieren.
-Hace poco le prestó su voz a un personaje de La princesa rana de Disney. ¿Cuántos príncipes se ha encontrado en su vida y cuántos hombres le han salido rana?
-He sido muy ingenua en el amor. En el sentido de no haberme dado cuenta de cuándo y cuánto podía gustar a un hombre. Pero aún creo en él como si tuviera 15 años. Quiero pensar que, a mis 80, sigo teniendo la edad de lo que amo.
-Su disco Gracias, ¿a quién iba dirigido?
-A la vida, a la música, a los amigos, a mi país, a mis padres...
-La apoyaron en todo.
-En la época en la que yo decidí ser artista las cosas no era tan fáciles. A los hombres que tocaban el piano se les tachaba de afeminados. Pero mi padre, que antes de ser deportista trabajó en un teatro, conocía el mundillo y no se dejó engañar.
-Con Chucho, además del «Si te contara», se marca un «Claro de luna». ¿Le gustan los Beethoven y compañía?
-Cómo se nota que no conoce usted la isla. En Cuba, mijo, también bailamos a Strauss.
-Dice usted que Cartagena se parece mucho a La Habana.
-Me refiero a que la gente allí sigue siendo normal. Ya me entiende.
-¿Y para cuándo aquel sueño frustrado de cantar con Raphael?
-Ya ni me acordaba... ¿Qué tal le va? Si le ve, dígale que yo muy bien.
Por Benjamín G. Rosado
Tomado de http://www.elcultural.es
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