Por: Aday del Sol Reyes
"El tiempo pasa volando", es la frase más repetida por estos días en las colas de las escuelas para matricularse en el nuevo curso escolar. "Las vacaciones se fueron rapidísimo, tenemos que disfrutar estos dos o tres días que quedan para dormir la mañana y salir", comentan algunos estudiantes a la salida de un pre-universitario del Vedado.
"El tiempo pasa volando", es la frase más repetida por estos días en las colas de las escuelas para matricularse en el nuevo curso escolar. "Las vacaciones se fueron rapidísimo, tenemos que disfrutar estos dos o tres días que quedan para dormir la mañana y salir", comentan algunos estudiantes a la salida de un pre-universitario del Vedado.
A
propósito de este inicio, Ana Elsa Velázquez Cobiella, ministra de
Educación, llamó recientemente a evitar el fraude académico en un
encuentro celebrado con funcionarios del sector. Las declaraciones se
sustentan en eventos que se dieron en nuestras aulas el pasado curso,
que desataron severas críticas de los ciudadanos y medios locales.
Sobre
el tema algunos afirman que la proliferación de este mal viene dado por
la degradación de ciertos valores por parte de padres y profesores.
“Esas cosas en mi época de estudiante no se daban", me comentaba un colega refiriéndose específicamente a la venta de un examen final por parte de un profesor a los estudiantes de un pre-universitario: uno de los casos que más sonó este año, publicado en el periódico Granma.
Quizás
no se vendían pruebas finales, pero si hacemos un poco de memoria la
mayoría estaría de acuerdo en que el fraude en nuestro sistema
educacional es un fenómeno viejo a veces incluso incentivado por un
“promocionismo" institucional emulativo.
En
mi época (la de muñequitos rusos y los mercados llenos de comida) ya
este flagelo vivía en nuestra enseñanza y los profesores no eran ni tan
jóvenes ni tan emergentes, la causa principal que muchos hoy alegan
para justificar la presencia del fraude y la de los famosos repasadores
particulares.
Pero
el problema no es siempre de la escuela y los maestros, los más
criticados siempre. Es decisión de los padres gastar dinero en los
repasadores de sus hijos por tiempo indefinido en vez de exigirles que
estudien diariamente por sus notas de clases y libros. Es también una
irresponsabilidad de la familia pagar por un examen o permitir que sus
hijos elaboren pequeños "chivos" o se escriban contenidos en las sayas y
camisas para luego fijarse.
En
el caso de los educadores, mi colega tiene toda la razón en que la
pérdida de valores que sufre nuestra sociedad ha desencadenado la
extinción de prácticas que nunca debían haber desaparecido de nuestra
enseñanza como, por ejemplo: Los profesores de antes, como suele
llamársele popularmente, repasaban fuera de horario de clases e
impartían remediales varias
veces por semana y ninguno de estos esfuerzos extras tenía un costo,
que no fuera el tiempo invertido. Los educadores eran incapaces de
lucrar con los conocimientos que por deber tenían que transmitir a sus
educandos.
Es
cierto que el contexto cambió a partir de 1989, con la caída del campo
socialista y la aparición del Periodo Especial. Actualmente, la vida
sigue cara y el salario es casi el mismo, pero eso no puede llegar al
punto de enterrar valores alcanzados por más de medio siglo y empañar la
reputación de los 280 mil educadores cubanos que en estos momentos
tiene el sector educativo cubano.
Es
injustificable, que la maestra de secundaria de mi vecinita cobre un
dólar por repasar a sus propios alumnos después de clases. En esa sesión
privada de la tarde-noche ella se desborda en paciencia, técnicas y
tácticas de aprendizaje, las mismas que debería utilizar en el aula, sin
embargo las guarda celosamente para los elegidos (los que tienen
dinero).
Y
es que el fraude tiene muchas caras o manifestaciones. No solo se
comete fraude cuando el profesor permite que un estudiante le "sople" a
otro, o cuando se hace de la vista gorda con los "chivos". Es fraude, y
de los peores, cuando se vende un examen en 10 CUC, cuando se beneficia a
algunos a la hora de calificar o cuando no se desarrollan todos los
contenidos y luego se repasan a los que pagan las preguntas que van a
examen.
Desgraciadamente
estas malas prácticas se dan en la Cuba de hoy, pero no hay mal que
dure cien años y menos si ha salido a la luz pública. Confiemos que
estas manifestaciones que pueden llegar a lacerar la imagen de nuestra
educación no asomen la cabeza este nuevo curso.
El
Ministerio tomó las medidas necesarias, los padres y estudiantes están
alertados, los directivos de las escuelas atentos, los emergentes ya
tienen algo de experiencia y más de dos mil 100 profesores cubanos
jubilados (de los de antes) volverán a ejercer su profesión este 2 de
septiembre.
La educación en valores se mantiene en el sistema de enseñanza del país como una prioridad.
¿Qué
puede fallar entonces si la educación y los libros en Cuba continúan
siendo gratuitas? Una suerte que muy pocos, ahora mismo, tienen a nivel
mundial.
Tomado de Cubasi: http://www.cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/20768-curso-escolar-el-fraude-una-asignatura-pendiente
Tomado de Cubasi: http://www.cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/20768-curso-escolar-el-fraude-una-asignatura-pendiente
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