Por: Raúl Antonio Capote
A mis compañeros de alma, Gerardo, Moisés, Raúl, Robin, Emilio, a ellos dedico estos escritos y espero poder trasmitir a los lectores el sentimiento, la entrega, sencillez y valentía que les caracteriza.
El Gran Amigo, (seudónimo utilizado por René Greenwald), llegó a la casa alegre, optimista y mucho más confiado, llevábamos tiempo trabajando juntos y comunicándonos. Nuestra labor nos había unido bastante, el estaba, según manifestó, muy contento con los resultados obtenidos, la información que nos envías es muy útil y te aseguro que va a parar a las mejores manos. Aseguró.
Extendió, sobre una mesita utilizada para servir el café, una hoja de papel y ordenó, escribe allí tu opinión sobre las Bibliotecas Independientes, escribí unos párrafos que no diferían en nada de mi criterio de siempre sobre esos grupos prefabricados, cuando fui a firmar dijo, no pongas tu nombre, firma Pablo, de ahora en adelante serás Pablo para nosotros.
La reunión de ese día culminaba un período de trabajo, durante esos años, muchas cosas habían cambiado en mi vida, conocí a gente extraordinaria, gente de pueblo, personas humildes, revolucionarios incondicionales y traté con personas sin principios, vende patrias, cipayos, mensajeros y agentes del imperio. Muchos planes bien fraguados por el adversario quedaban en los papeles, el intento de utilizar a los escritores y artistas en contra de la Revolución cosechaba revés tras revés, nuestros estudiantes, los jóvenes trabajadores, las mujeres, objetivos principales de esos planes, continuaban su vida confiados y seguros, la idea de sumir al país en el caos, la derrota, el servilismo, la inconsciencia, la banalidad, era vencida, sentir que eras parte, aunque sea pequeña de esa batalla daba fuerzas en los momentos difíciles y estos no escaseaban.
Pude codearme con individuos llegados con diversos fines desde los Estados Unidos, las visitas eran frecuentes, para instruirme en el uso de programas para enmascarar la información, cursos de elaboración y evaluación de proyectos, recogida de información sobre el terreno, prueba de equipos de comunicaciones, entrega de materiales de oficina, laptops, celulares, impresoras, fotocopiadoras, cds, dvds, memorias flash, dinero, ropa, alimentos, medicamentos. En ocasiones les acompañé en viajes por la isla, ejecutados para suministrar equipos, dinero y otros materiales a sus servidores más destacados, recoger información y aprovechar el viaje para instruirme en diversas tareas que debía cumplir, intercambiar criterios y planear nuevas acciones.
El Gran Amigo, el agente de la CIA René Greenwald que no quería ser fotografiado.
Después de la segunda visita de EGA (el Gran Amigo) todo eso se multiplicó, entraba en una nueva fase, las tareas y misiones se complicaron. Cuando por órdenes de la Agencia Central de Inteligencia regresé al trabajo en la Universidad, a las nuevas labores orientadas había que agregar el cumplimiento de las tareas de la Universidad, trabajo exigente y responsable, al que tenía que dedicar muchas horas de preparación, todas las que necesita un profesor universitario para dar una clase como se espera de él. Fue un regreso difícil mi prestigio estaba por el suelo y solo la idea de sumar, que ha marcado el actuar de nuestro país, permitió que una persona como yo, expulsada del centro, tuviera una segunda oportunidad.
Sentía una felicidad inmensa en las aulas, por supuesto que no sería fácil el regreso, fui a parar a una Sede Universitaria bien lejos de la casa, en el Municipio de Boyeros. En ocasiones terminada a las 5 de la mañana el trabajo con el enemigo y a las 8 tenía que estar en un aula para impartir una clase, el tiempo de preparación se reducía a cero y muchas veces tuve que inventar las historias más increíbles para justificar ausencias o tardanzas, que por suerte fueron pocas o para justificar los viajes a provincias que duraban siempre varios días.
El cariño de los estudiantes, la importancia de la tarea que cumplía, eran los acicates en horas de posible desfallecimiento o cansancio. Tuve la oportunidad de terminar la maestría en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales que había quedado inconclusa. La Universidad de la Habana es una institución exigente, como corresponde a un centro de altos estudios prestigioso como ese y yo era un profesor “descuidado”, que dejó de cumplir a tiempo con lo que correspondía para graduarme, a pesar de eso recibí ayuda para vencer el crédito que faltaba.
El regreso a la Universidad fue visto como un éxito por el enemigo, recibí calurosas felicitaciones desde Washington y orientaciones de intentar “subir” a cargos de dirección dentro de la Universidad, sobre todo en el área de extensión Universitaria, conmigo lograban situar a un profesor en un terreno que les era primordial y estratégico.
Esa noche después de firmar con el nuevo nombre, bautizado por EGA como Pablo, uno de los apóstoles. EGA dijo, esta es una labor peligrosa, pero confortante, vas a entrar a formar parte de una gran familia, ¿estás dispuesto a integrar nuestra organización?, al responder afirmativamente, nos pusimos de pie, fue un momento solemne, recordé otro diametralmente opuesto, cuando me convertí en Daniel para los Órganos de la Seguridad del Estado, entonces hablamos de compromiso, de sacrificios, cantamos el himno, allí estaba la bandera, ahora era Pablo para la CIA y hablábamos de dinero, de cuanto iba a ganar en unos pocos años, del futuro en los EEUU con una gran vida al estilo norteamericano. René sacó unas cervezas de una bolsa de nailon, las abrió y propuso un brindis.
Me encontraba en presencia de un viejo y experimentado oficial de la Agencia, un hombre de la vieja guardia. Un personaje que se jactaba de no tener ideología, de apariencia suave para el que no lo conociera, pero duro en extremo, disciplinado y exigente, sumamente desconfiado, muy ducho en ocultar emociones y partidario de la línea dura contra Cuba, en un intercambio posterior que tuvimos, a razón de un viaje que dimos juntos a Santi Spíritus y con relación a los acontecimientos de Honduras, donde los militares acaban de dar un golpe de Estado, dijo que el gran error de los militares fue dejar con vida a Zelaya, tenían que haberlo desaparecido afirmó. En ese viaje estuvo inusualmente locuaz, habló de su experiencia en el Salvador y su relación con uno de los dirigentes del FMLN, como incluso había facilitado la atención médica de ese hombre y la estancia en su casa, contó de la guerra y la labor de los paramilitares salvadoreños en contra de la insurgencia.
En ese segundo viaje orientó además que buscara toda la información posible sobre la educación en Cuba, principalmente la primaria y secundaria, programas, planes de estudio, horarios de los maestros y alumnos, calidad de la enseñanza, profesionalidad de los profesores, sobre todo me enfocara en el día a día de las escuelas, recogiera opiniones de los maestros y alumnos, grados de descontento de los mismos con el sistema de educación, opinión de los padres sobre el hecho de que en Cuba no hay más opciones que la educación estatal y sobre la calidad de la enseñanza que reciben en las escuelas sus hijos. Esa información era muy importante y necesitaba profundidad en el análisis.
Entre sus planes estaba organizar concursos de música rap para los jóvenes y premiar los trabajos que mejor reflejaran la realidad cubana, traía incluso programas de computadora para DJ. También convocar concursos Literarios, le dije que eso podría chocar con el Heraldo, certamen que organizaban las Bibliotecas Independientes y del cual Gisela Delgado Sablón era la principal organizadora, pero se mantuvo en sus trece, él consideraba necesario hacer la mayor cantidad de esos eventos a lo largo y ancho del país, hizo alarde de los recursos con que contaban para financiar estos proyectos.
Le dije que no era esa la línea que pensaba seguir, él estuvo de acuerdo, rectificó y planteó que era una consulta que hacía, para que le orientara sobre quien podría llevar a cabo esas tareas, tenemos pensado, agregó, crear incluso una agencia de rap o reggaetón y apoyar a los grupos o cantantes de ese género, que manifiesten a través de su música las inquietudes de la juventud cubana sobre lo que acontece en su país.
Finalizamos esa noche del brindis, cenando en una Paladar cerca de la casa, donde el toque simpático lo puso la dueña del lugar, con esa extroversión propia de nuestra idiosincrasia criolla, al vernos llegar y luego de los saludos de cortesía preguntó ¿Usted vive cerca? Si, le respondí a unos metros nada más, ah, al señor si lo he visto, el comió aquí hace dos días, pero a usted primera vez, René palideció, se suponía que acababa de llegar ese día a la isla.
Tomado de www.cubasi.cu/
http://www.cubasi.cu/index.php?option=com_k2&view=item&id=986:las-memorias-de-daniel-i-pablo-agente-de-la-cia
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